miércoles, 5 de noviembre de 2008

APUNTES SOBRE CIBERCULTURAS EN LA REVISTA CANADIENSE DE ESTUDIOS HISPÁNICOS

Ciberculturas, hispanismos y tecnología digital en el nuevo milenio
Revista Canadiense de Estudios Hispánicos
Vol. 31, No. 1 Otoño 2006




La revolución y expansión tecnológica digital de la última década ha situado al hombre moderno occidental en un nuevo contexto social y cultural claramente distinto del que caracterizó a la mayor parte del siglo XX. Desde disciplinas tan distintas como la sociología, la antropología, la pedagogía, las ciencias de la información, la medicina, la filosofía, o la biología--por mencionar tan sólo algunas-- los especialistas reflexionan desde posiciones con frecuencia enfrentadas, en torno a la llamada "cuestión de la tecnología." Todos ellos, tecnófobos y tecnófilos, asumen sin embargo el reto de explorar la diversidad de perfiles que conforman la nueva civilización de la era post-analógica; exploran la naturaleza, características y significación, así como los retos y consecuencias éticas de la revolución tecnológica y digital en el nuevo milenio.


El discurso teórico y crítico, sin embargo, parece haberse limitado peligrosamente al ámbito de la cultura y la sociedad del mundo anglosajón, y sobre todo al norteamericano. El objetivo de este volumen monográfico es, por esa misma razón, sumarse a este diálogo actual sobre la cultura digital pero particularizándolo en el contexto cultural, social y político del mundo hispánico; se pretende de esta manera aportar una perspectiva nueva y diferente, una voz original y distinta, que rompa la relativa homogeneidad del discurso ya existente en torno a la cultura digital.


Sin necesidad de limitarse a ellos, éstos son algunos de los aspectos de los que se puede partir para explorar en el ámbito del mundo hispano las relaciones entre cultura y tecnología digital: antecedentes históricos de las nuevas formas y modos culturales; paralelismos y diferencias entre cibercultura, vanguardia y postmodernidad; retos de la crítica ante la textualidad electrónica; nuevas modalidades de literatura digital (poesía hipertextual, narrativa interactiva, teatro virtual y performance post-orgánica y mediada); ciberpunk; relaciones entre cultura popular y nuevas tecnologías; cuestiones en torno al concepto del sujeto virtual, las construcción de nuevas identidades, la condición post-moderna y post-humana, y las relaciones hombre/máquina en el cuerpo protésico y el cíborg; la problemática del ciberespacio como lugar de liberación sexual; alcance y limitaciones de las nuevas tecnologías digitales en el proyecto de reconstrucción social; la re-configuración virtual del espacio (la casa, la comunidad, la ciudad y la nación virtuales, diáspora digital y frontera virtual; el ágora electrónica); tendencias globalizantes y utopías del post-nacionalismo ciberespacial; esfera pública y democracia en Internet; etnia, clase y género en el entorno virtual; ciberfeminismo y conciencia cíborg; mujer y nuevas tecnologías digitales; contra-subculturas ciberespaciales y terrorismo virtual; retos que enfrenta el arte y sus instituciones en la era digital; o el museo virtual.

LAS MAQUINAS DESEANTES (Relatoría para Filosofía Actual III por Orlando Rivera Losada, UNIMINUTO 2008)



Las máquinas deseantes: el descentramiento del yo y los avatares del ello.




“Por otra parte estoy en condiciones de dar una explicación mas precisa, a partir de lo vivido por mi mismo, de algunos dogmas cristianos, mostrando de que manera tales cosas son posibles mediante milagros divinos. Así en mi propio cuerpo tuvo lugar algo semejante a la concepción de Jesucristo por parte de una virgen intacta, es decir, que nunca tuvo comercio con un varón. (yo he tenido en dos distintas oportunidades ( y por cierto en la época en que me encontraba aun en el hospital de Fleshing) genitales femeninos, aunque desarrollados de manera incompleta, y he sentido en mi vientre movimientos en forma de pequeños saltos, como los que caracterizan a las primeras conmocione s vitales del embrión n humano; mediante un milagro divino , los nervios de Dios correspondientes al semen masculino fueron arrojados dentro de mi cuerpo : había tenido lugar , pues, una fecundación”.[1]

Ello funciona en todas partes, ello caga, ello respira, ello habla, ello sueña, ello besa, ello hace relatorías, ello va a la universidad, ello lleva el mensaje divino de casa en casa, ello presenta programas de televisión, ello dicta clases, ello reflexiona, ello hace filosofía, ello canta, en fin, el ello funciona en todas partes, está en todas partes, ¿acaso lo ignoras, te has olvidado de él, el yo moderno te ha absorbido y no te permite ver su maravilloso protagonismo? Incluso ¿son tantos tus prejuicios, que se han convertido en cargas insoportables para tu pensamiento, en vendas pesadas e incómodas para ver, sentir, oler? He aquí la modernidad y su fastidioso proyecto ilustrado, ¡ah perdón, lo olvidaba! El imperio de la razón, lo irracional tal vez no deba ser considerado o quizás nos haga demasiado animales o cercanos a ellos, es necesaria la distinción, es fundamental no perder la diferencia entre hombre y naturaleza, pensar que se identifican es locura, es demencia, es esquizofrenia, es desorden, ¡qué asco, qué repugnancia, millones de prejuicios! Hay miedo, mucho miedo, temor pululando en este lugar, la seguridad metafísica del yo, tener la certeza de hablar de presencia y no de ausencia, poseer la verdad, y ser dueños de las herramientas que monopolizan la legitimación de la verdad, un logo centrismo, un euro centrismo extremo, un solo yo, una primera persona hablando por las otras personas y emitiendo muchos y supuestos análisis de otros.

Ahora bien, ¿cuál es el panorama? Se vislumbra a lo lejos y de cerca máquinas y más máquinas, y no de forma metafórica o de estilo de escribir, sino tan cercanas y tan cotidianas, máquinas – órgano y máquinas – fuente que se empalman mutuamente en una dinámica constante de flujos y cortes, un seno del que fluye leche y una boca que lo mama, es el presidente Schreber descrito por Freud que siente algo, produce algo y puede teorizarlo (es capaz de explicar dogmas cristianos desde su experiencia vivida). Es ahora Schreber junto a todos los esquizos que nos señalan una nueva dinámica, flujos y cortes, el paseo de Lenz (contar con un código impuesto social o religioso y enfrentarse a situaciones donde no se aplica ese código cuando realiza el paseo), de suerte que todo forma máquinas, es Lenz que se coloca más allá de la distinción hombre –naturaleza, lo que implica ponerse más allá de los condicionamientos que proporcionaban dicha distinción, pues la naturaleza no es vivida como naturaleza, sino como proceso de producción.

“Ya no existe ni hombre ni naturaleza, únicamente el proceso que los produce a uno dentro del otro y acopla las máquinas. En todas partes, máquinas productoras o deseantes, las máquinas esquizofrénicas, toda la vida genérica: yo y no – yo, exterior e interior ya no quieren decir nada”.
[2]

Hasta el momento Edipo parece ser el problema fundamental o más importante de la investigación psicoanalítica, pues al parecer ya no es dado, por lo que vemos en él algo sencillo, como si se tratase de relacionar bicicleta – bocina, cuando en verdad es como si se relacionase madre – ano (he salido del ojo del culo de mi madre), relación que al ser pensada o establecida no nos permite ver claramente su conjunción. De esta manera, Edipo no es más que la suposición de una fantástica represión de las máquinas deseantes, pero ¿cuál ha de ser el problema más importante? ¿Es necesario o deseable someterse a Edipo? Consideremos efecto y máquina, y en el primero preguntemos acerca de la máquina que puede producirlo, más en la máquina, hemos de cuestionarnos sobre su utilidad o servicio (el para qué).

“El cuerpo bajo la piel es una fábrica recalentada
Y fuera
El enfermo brilla,
Reluce,
Con todos sus poros,
Reventados”.
[3]

Consideremos, pues, la naturaleza como proceso de producción. ¿Qué se entiende por proceso? Deleuze y Guattari han de indicarnos varios sentidos:
Primeramente, en un cierto nivel se ha determinado la oposición, distinción o diferencia entre industria y naturaleza, siguiendo así el marco de relaciones distintivas tales como hombre – naturaleza, industria – naturaleza y sociedad – naturaleza, hasta el punto o el engaño de concebir campos o esferas autónomas o independientes, y como diría Marx, se refleja así la falsa conciencia que el capitalista tiene de sí y del proceso en conjunto, la brillante y negra verdad que existe en el delirio, este capitalismo que no ha encontrado otro modo de vivir más que en la esquizofrenia, aunque la condene, la aparte o pretenda drogarla con psiquiatras y psicoanalistas. Por tanto, no existen esferas independientes. “La producción es inmediatamente consumo y registro, el registro y el consumo determinan de un modo directo la producción, pero la determinan en el seno de la propia producción.”
[4]De manera que todo es producción, pues, los registros son inmediatamente consumidos, consumados, y los consumos directamente reproducidos. Notamos así, el primer sentido de proceso, en el que registro y consumo implican producciones de un mismo proceso.

En un segundo sentido, y considerando que ya no hay distinción entre hombre y naturaleza, ya que la esencia humana de la naturaleza y la esencia natural del hombre se identifican en la naturaleza como producción o industria, es el proceso de la vida genérica del hombre. En este sentido, la industria no podemos considerarla más como una relación extrínseca de utilidad, más sí en su identidad fundamental con la naturaleza como producción del hombre y por el hombre. Claro está, no hemos de ver aquí al hombre como rey de la creación, sino como aquel capaz de llegar a la profundidad de todas las formas o de todos los géneros, este hombre que no se detiene de empalmar una máquina – órgano a una máquina – energía, quién produce y cómo se produce. Nos hemos apartado de pretenciosos e idealistas humanismos, asistimos al despojo de los metarrelatos, de los discursos empolvados y repetidos en las academias.

Así, hombre y naturaleza son una misma y única realidad esencial del productor y del producto, porque ambos se entienden desde la producción de la producción y no de otra manera. “La producción como proceso desborda todas las categorías ideales y forma un ciclo que remite al deseo en tanto que principio inmanente”
[5]. El deseo está allí frente a nosotros y no en otra parte, y hay producción por él, él es un principio, un motor, una máquina deseante que incita o que provoca producción, deseo y produzco. Es esta tal vez, un tercer sentido de proceso, la producción deseante, esta categoría que el psiquiatra materialista ha utilizado para calificar y tratar al esquizofrénico como Homo Natura. Más no se debería considerarse al esquizo como una finalidad, ni confundirlo con continuación hasta el infinito, ya que no se trata de un esquizofrénico que posea identidades insospechadas o que no conozca, porque estás se colocan en el juego que tiene para todos los días.

¿Sólo hay máquinas deseantes o que otras máquinas hay? Diremos que hay máquinas sociales y hay máquinas deseantes. Freud descubrió la máquina deseante, el inconsciente. Deleuze y Guattari rescatan esa máquina deseante de las limitaciones en que la dejó el psicoanálisis, y la complementan con el análisis de la máquina social. La máquina deseante no se da sin la máquina social, y viceversa. La naturaleza también es máquina deseante. Por ello hablan de la continuidad naturaleza - hombre. Deleuze y Guattari cambian radicalmente el concepto de deseo que había sido mantenido casi siempre como simple carencia de algo. Por el contrario, el deseo es producción, voluntad de poder, etc. El deseo como carencia es un concepto idealista, en realidad de herencia platónica. Sin embargo, Kant logró ver que el deseo produce realidad.
“El deseo siempre se mantiene cerca de las condiciones de existencia objetiva, se las adhiere y las sigue, no sobrevive a ella, se desplaza con ellas, por ello es tan fácilmente deseo de morir, mientras que la necesidad mide el alejamiento de un sujeto que perdió el deseo al perder la síntesis pasiva de estas condiciones”
[6].

¿Cómo se producen los deseos? ¿En qué ha de consistir dicho proceso?
La producción de deseos es inconsciente, como bien vio Freud. Pero en lugar de la producción de deseos Freud instauró un teatro burgués, porque instauró en el inconsciente la mera representación. En cambio, el deseo tiene poder para engendrar su objeto. Las necesidades derivan del deseo, y no al revés. Desear es producir, y producir realidad. El deseo como potencia productiva de la vida.
“El deseo y su objeto forman una unidad: la máquina, en tanto que máquina de máquina. El deseo es máquina, el objeto del deseo es todavía máquina conectada, de tal modo que el producto es tomado del producir, y que algo se desprende del producir hacia el producto, que va a dar un resto al sujeto nómada y vagabundo”
[7].

¿La carencia es fortuita, porque sí, o quien ha de determinarla?
El sistema dominante (en nuestro caso el sucio y salvaje capitalismo) organiza la necesidad, la escasez, la carencia. El objeto depende de un sistema de producción que es exterior al deseo. El campo social está atravesado por el deseo. La máquina social es también producción deseante. Sólo hay deseo y lo social, nada más. Freud se fijó en la represión, pero no logró relacionarla con la represión general que se lleva a cabo siempre en la máquina social. Fue Reich quien asoció correctamente la represión general con cada una de las máquinas deseantes. Por medio de la familia la estructura autoritaria de la sociedad se prolonga hasta sus más íntimos engranajes. El problema de la filosofía política lo planteó Spinoza: ¿por qué combaten los seres humanos por mantenerse en la servidumbre como si fuera su salvación? Lo que sorprende es que los explotados no se rebelen o que los hambrientos no roben.
El problema no es que la deuda externa crezca sin detenerse día a día y que nuestras economías y sistemas de pensamiento se ubiquen en la periferia, y vivamos en una dependencia real y sostenible, lo molesto de todo es que muy en el fondo nos guste estar así, lo hemos deseado de esta manera y no de otra.
¡A buena hora, aparecen esquizofrénicos! ¡Únicos capaces de huir, de salir de dicha relación ya establecida y aceptada en el código social!
“La existencia masiva de una represión social realizada sobre la producción deseante no afecta para nada nuestro principio: el deseo produce lo real, o la producción deseante no es más que la producción social”
[8].

El campo social se carga de una producción represiva o bien de un deseo revolucionario. El que verdaderamente lo encarna ha de ser el individuo esquizo, y el tipo de análisis psicológico que se aplica se denomina esquizo análisis, sea en la producción represiva que en el esquizo la máquina social es la misma. El esquizo es el productor universal, el sujeto es también producción. Notemos una preferencia u opción por una psicología o una psiquiatría de corte materialista, ya que se trata de introducir el deseo en el mecanismo social, pero también introducir la producción en el deseo. El esquizo no cree en el yo. La teoría de Freud depende demasiado del yo.
“Durante sus ejercicios de producción deseante, Molloy es interpelado por un policía: Usted se llama Molloy, dijo el comisario. Sí, dije, acabo de acordarme. ¿Y su mamá?, dijo el comisario. Yo no comprendía. ¿También se llama Molloy?, dijo el comisario. ¿Se llama Molloy?, dije yo. Sí, dijo el comisario. Yo reflexioné. Usted se llama Molloy, dijo el comisario. Sí, dije yo. ¿Y su mamá?, dijo el comisario, ¿también se llama Molloy? Yo reflexioné”.
Ha llegado el momento de que el ello pronuncie su discurso, publique sus libros, el yo ha dejado de ser héroe, mas no es otro yo, son los avatares del ello, Schreber es mujer, es mensajero divino, es presidente, escucha a Mozart, pero al fin, es Schreber.

En la máquina deseante ven Deleuze y Guattari ante todo flujos. Toman la idea de Lawrence: la sexualidad es flujo. Todo deseo es flujo y corte. Flujo de esperma, de orina, de leche, etc. Freud descubrió este flujo de deseo.
Al fin de cuenta, ¿es necesario Edipo? Digamos que Edipo es una entidad metafísica. Es preciso, como Kant, hacer una crítica de la metafísica. Se trata de una revolución trascendental pero materialista: denunciar el uso ilegítimo de Edipo. El revolucionario desconoce a Edipo, no reconoce padre, ni dios. El inconsciente es huérfano, no necesita inconsciente como productor de sentido. El esquizo análisis es político y revolucionario. El inconsciente es roussoniano. El hombre es naturaleza. El deseo es revolucionario, cuestiona el orden establecido. El deseo es activo, agresivo, artista, productivo, conquistador. La literatura es también esquizofrenia, proceso de producción sin fin. La única literatura es la que hace estallar el super -ego. Antonín Artaud es la realización de la literatura.

¡Con ustedes el Anti Edipo! ¡Perdón, el esquizofrénico! (con más sinceridad y aprecio)

De esta manera, paranoia y esquizofrenia son los dos polos de la máquina social. El paranoico tiende a Edipo, a la ley, al orden, al código, al significante. Se proyecta imponiendo el orden, arraigando la autoridad, tiranizando. En cambio, el esquizo constituye la línea de fuga de la máquina social. Busca la producción de la máquina deseante. Nada hay más revolucionario para la máquina social que la máquina deseante. El deseo es primero y fundamental; tiende también a decodificar las estructuras sociales y no coincide con la decodificación que lleva a cabo el capital.
¡Di que es Edipo o si no recibirás una bofetada!
[9]
Edipo es el déspota. De modo que la tendencia autoritaria de la revolución está desde sus inicios.

[1] Schreber, D. “Memorias de un enfermo de nervios.” México, D.F. Editorial sexto piso. 2003. Pág.47.
[2] Deleuze Gilles y Guattari Félix. El Anti Edipo, Capitalismo y Esquizofrenia, Capítulo 1: Las máquinas deseantes. Barcelona, Ed. Paidós, 1998. Pág. 12.

[3] Ibídem Pág.13.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd. Pág.14.
[6] Pág.34.
[7] Ibíd.
[8] Pág.37.
[9] Pág. 50.