jueves, 18 de septiembre de 2008

LA PRAXIS: LECTURAS INTRODUCTORIAS






La actualidad hermenéutica de Aristóteles[1]





Resulta pertinente recordar que introducirse a la línea discursiva aristotélica implica una iniciación básica de lo concerniente a la problemática de lo general y de lo particular, que nos conduce a la pregunta sobre el método, si este ha de ser inductivo o deductivo, y aunque, como lo señala, Gadamer, no exista una clara presentación de la hermenéutica en Aristóteles, como disciplina o desarrollo, si se puede notar dicha inquietud en lo que concierne a la cuestión moral sobre la idea del bien, poniendo la mirada fija sobre la Ética, principalmente.

Nótese, pues, como en este discípulo de Platón, hay una nueva interpretación acerca del bien, ya que no se trata como en el primero de un mera idea, que como bien sabemos, se encontraría por fuera del mundo que se percibe o en el que se habita, no es, por tanto, una idea a la que pueda llegarse con un rígido intelectualismo; más bien, es hallar lo bueno para el hacer humano.

De esta manera, no se desligan la areté del ethos, no hay pues una separación entre la virtud y el comportamiento, se trata, por consiguiente, de alcanzar el conocimiento no para contemplarlo y disfrutarlo de manera pasiva, sino para hacerlo práctico en lo cotidiano, en el actuar del ciudadano, del hombre que debe tomar iniciativas frente a su comportamiento moral consigo mismo y con los demás.

Gadamer nos enseña que la dominación tecnológica, basada en la ciencia, tiene su raíz en el olvido y en la deformación de lo que realmente es la praxis.

De este modo, ejemplifica su propia hermenéutica, la cual no es una simple nostalgia repetitiva del pasado (en este caso de la phrónesis aristotélica), sino una apropiación del mismo para aplicarlo a nuestra situación actual; así es como se ilustra la fusión de horizontes, que no es confusión o yuxtaposición de los mismos, sino ampliación del nuestro. Con Aristóteles aprendemos que la praxis no es la aplicación mecánica de la ciencia a tareas técnicas, sino la sabiduría práctica que surge del intercambio y del diálogo entre ciudadanos.

Recordemos que la phrónesis no es un saber privado, sino social y público, ya que su meta es la verdad en cuyo acontecer todos participamos. Siguiendo a Aristóteles, Gadamer ha mostrado que la racionalidad práctica en la polis no es un apéndice de la ética individual, sino un factor esencial de cualquier interés ético. Pero la phrónesis sólo tiene sentido cuando una comunidad comparte determinadas normas éticas; sin embargo, hoy resultan problemáticos, no sólo los contenidos, sino hasta los procedimientos normativos que deben gobernar nuestra vida.

El decisionismo es el gran culpable de esta situación. Enfrentándose a él, la ontología hermenéutica gadameriana declara su confianza en una racionalidad valorativa y teleológica que orienta las acciones humanas sin determinarlas por entero. Así reivindica una base teórica en la interpretación de nuestra existencia, integra el conocimiento con la acción y supera el dualismo entre la universalidad de la razón y la contingencia humana: La racionalidad de la praxis humana y la de la filosofía práctica no se oponen a lo contingente como a algo distinto de ellas. Se fundan en la facticidad de la praxis de nuestra realidad vital y no en la deducción de un principio, como corresponde al ideal demostrativo de la ciencia. Esta racionalidad es un elemento esencial de la vida personal y comunitaria. Consiste en interrogarse y reflexionar sobre lo bueno y lo justo para la vida, en hacer uso del logos práctico que es la phrónesis.

La administración creciente organiza la vida de manera que ya no se practique ni se tenga que enseñar el uso individual del sentido común y el juicio razonable. Ambos sintetizan en una unidad la razón teórica y la razón práctica. Mediante esa racionalidad, Gadamer reacciona contra el irracionalismo contemporáneo que renuncia a la razón porque piensa que su esencia es instrumental, un medio al servicio de una fuerza superior irresponsable. Él está convencido de que ésta es sólo una máscara de la verdadera racionalidad y de que el moderno culto a las ciencias positivas y a la técnica no satisface las exigencias vitales del ser humano.


El Saber Práctico y la Vida Teorética
[2]






Si se realizara una mirada canónica frente a la filosofía de Aristóteles y prestando especial cuidado a la división que de esta hace, pudiéramos intuir que la disciplina práctica frente a la teoría, ocupa un segundo rango o lugar. Así, tendríamos un elemento distanciador entre el pensamiento socrático – platónico y el aristotélicos, pues, en el primero hay una clara pretensión por hacer confluir saber y actuar, y por tanto, de buscar un fundamento común para ambos.

Sin embargo, pareciera ser que al buscar un fin común para saber y actuar, Platón pudo haber mal intencionado su pretensión, porque al buscar ese fin, o incluso, plantear teoría y praxis desde categorías alejadas del mundo cotidiano, pudieran no ofrecer solución ni forma de enfrentar circunstancias sociales, políticas, económicas, etc. Presentándose así, una fuerte tensión entre vida teorética y vida práctica, es decir, surge la pregunta por ¿cuál de las dos vidas es la más importante? ¿Cuál domina la otra? O tal vez ¿se trata de una dialéctica necesaria que no debe ser obviada?

Es claro, pues, que para Aristóteles debe haber una conexión entre saber y actuar, no es suficiente para el que actúa el simple hecho de conocer la idea del bien, es también, necesario en la ejecución de la acción tener presente los conceptos de voluntad e in voluntad.

Por consiguiente, existe una conexión interna de teoría y praxis que se pone de manifiesto en la acción, ésta no es el resultado de un traspaso dialéctico de un determinado saber a un actuar cualquiera, sino un movimiento que implica un saber que, en sí mismo, es práctico, por cuanto contiene de suyo el momento de la ejecución del fin que se propone.

Así, vida teorética y vida práctica no constituyen una alternativa, sino una gradación: en ello consiste el Ethos de la acción humana. La ética aristotélica remonta a esta mediación recíproca de teoría y praxis, no sólo la posibilidad de la vida individual, sino, ante todo, de la vida de la comunidad. Sobre esta mediación se cumple el tránsito directo de la ética a la política en el pensamiento aristotélico.


Kant y el Proyecto de una Teoría Crítica de la Sociedad
[3].





Una de las mayores aportaciones de la Escuela de Frankfurt fue haber cuestionado los presupuestos básicos del marxismo tradicional, tarea que les presentó algunas dificultades como: en tanto, teoría, pretender dar una descripción objetiva de la realidad; en tanto, crítica, tomar partido.

En relación con lo anterior, el marxismo toma una posición, y es la de identificar en el proletariado la clase capaz de tomar una postura universal, como clase dominada que se encuentra en constante lucha por superar su estado de dominación, contrario a las clases dominantes que serían simplemente el reflejo del pensamiento de su época.

Horkheimer y Adorno nos alertarán acerca de lo peligroso que puede ser el constituir meros populismo, es decir, creer ingenuamente que por pertenecer o estar adherido a una clase dominada ya tengo garantizado el acceso a la verdad, lo que conlleva a tener masas ciegas y sin ninguna orientación, limitadas y corruptas.

Subsiste, por consiguiente, en los pensadores de Frankfurt el constante anhelo por la búsqueda de la verdad, por hallar el Absoluto, afirmar que hay un algo más, tomar una vía negativa, que consiste en la confusión entre verdad y sentido. Significaría, pues, construir teoría sin tener en cuenta el curso del mundo, pensar en justicia como idea, como concepto, y sin ninguna pretensión de aplicabilidad. Es el deseo de una filosofía de la redención.

Habermas fue quien retomó y decidió continuar el proyecto de la Escuela de Frankfurt, contribuyendo en la superación del déficit respecto a la determinación del criterio normativo de la Teoría Crítica mediante la noción de Acción Comunicativa, la cual implica una descripción de la racionalidad y supera a la vez, la antinomia razón objetiva – razón instrumental.
Dicha Acción Comunicativa conlleva a una revaloración de la filosofía de Kant, un primado de la razón práctica. No desechar la relación entre razón objetiva y razón subjetiva o formal, esto nos llevaría a la construcción de una teoría crítica, recogeríamos los dos elementos de las clases de razones, el hacer teoría y la acción de la crítica.

De esta manera, el proyecto kantiano promulga la formación de sujetos no solo observadores y medidores del mundo, sino también participantes de este.

Se da, por tanta, una prioridad del uso práctico, así:

1. Antes de ser observadores del mundo, somos participantes de un sistema de relaciones sociales en donde ya existe una interpretación de éste surgida de una experiencia colectiva.

2. El uso teórico de la razón depende de los datos y vivencias suministrados por la relación práctica del mundo.

3. El uso teórico de la razón, ligado a la perspectiva del observador, es también un modo peculiar de práctica. Conocer no es contemplar pasivamente el mundo; para estar en lo cierto hay que cerciorarse.

4. El uso práctico de la razón es más amplio que el uso teórico.

El imperativo categórico kantiano define el fin común de las acciones humanas, es además válido para cualquier ser racional que pretenda estudiarlo.

La búsqueda del sentido puede darse individual o colectivamente, no por libre arbitrio, sino que siempre habrá de encontrarse esas meta normas que subyacen a todas las acciones del hombre. De modo que, el hombre elige cómo comportarse, al mismo tiempo, que es capaz de explicar la sociabilidad y sus repercusiones en el sujeto – objeto.






[1] GADAMER Hans – George. Verdad y Método. Pág. 383 – 396.
[2] ZENKERT Georg. Universidad de Tübingen. Traductor: Carlos Emel Rendón. Universidad de Antioquia.
[3] SERRANO GÓMEZ Enrique.

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